martes, 4 de junio de 2013

"SIETE MIL MILLONES DE SONRISAS" TEXTO PREMIADO DE YLENIA PERERA. 1º DE BACHILLERATO

SIETE MIL MILLONES DE SONRISAS
En un mundo de siete mil millones de personas, aproximadamente mil millones se mueren de hambre. Mientras que en una parte del globo las guerras parecen cosas de la Edad Media, en otra mueren más de mil personas por año víctimas de los atentados. En un lugar, los niños ríen y juegan, comen, beben y derrochan. En otro, los niños sostienen pistolas, mueren, lloran y nadie escucha sus reclamos.
Según las estadísticas, producimos más del doble de alimentos necesarios para alimentar al mundo entero. La comida se pudre en las basuras mientras alguien en algún lugar del mundo lleva días sin probar bocado.
Sabiendo esto, podemos considerar que vivimos en un mundo enfermo. Un mundo desestructurado, pútrido y decadente, gobernado por seres que llevan el egoísmo como bandera.
Es muy fácil hablar desde esta parte del planeta. Uno es prisionero de su ensoñación constante y tiene los ojos ciegos ante cualquier hecho que traspase sus fronteras. De vez en cuando, resuena en el aire un grito mudo de algún corazón solidario. De vez en cuando, en el televisor aparecen imágenes de dolor y sangre, que son reales pero parecen escenas de alguna película de drama bélico. De vez en cuando, no más de dos minutos, uno piensa y escucha y reflexiona y se dice: «no deberían existir las guerras». Luego, lo proclama en alguna red social y, una vez cumplida su deuda con la sociedad y sintiéndose una persona solidaria, se gasta doscientos euros en un móvil nuevo. Para difundir más mensajes de solidaridad, claro.



Dinero, dinero y más dinero. Sin quererlo, nos hemos convertido en sus esclavos. El dinero es a día de hoy el causante de muchas de nuestras penas. Por dinero hay una familia en la calle de al lado que no tiene una casa donde cobijarse. Por dinero lloran millones de personas cada día. Por dinero viven y por dinero mueren. ¿Qué fue del amor hacia los demás? ¿Qué fue del cariño, del respeto? ¿Dónde se quedaron? ¿Acaso un par de trozos de papel pueden valer más que una vida humana?
No, no necesitamos recortes en Sanidad. Necesitamos recortes en hipocresía para aquellos que se llenan la boca con promesas de paz cuando son los causantes de todas las guerras. No necesitamos una reforma educativa; necesitamos una reforma del corazón humano.
La decadencia de este mundo no se mide en las deudas que nos sobran y en el dinero que nos falta. Somos una sociedad decadente porque nos sobra egoísmo y nos falta verdad, porque el presupuesto de nuestra alma lo gastamos en odio, pero pocos invertimos en amor real. Porque nos quejamos de la injusticia y de la soledad, pero construimos nuestras vidas sobre sus cimientos.
Somos decadentes porque dependemos más del dinero que de las personas. Vale más el oro que el afecto. Vale más el interés propio que la sonrisa de un niño. Vestimos de gala al corrupto y renegamos del correcto.
Somos los acaudalados más pobres, los señores más esclavos. Tenemos el pensamiento atrofiado, obstruido, envenenado; la mente al servicio de la tiranía del dinero. Buscamos soluciones, pero solo posponemos los problemas.
Seremos ricos cuando valoremos más a las personas que al dinero. Seremos libres cuando busquemos más el bien común que el mal ajeno. Seremos dignos cuando hablemos con la verdad y condenemos la mentira. Nos sentiremos plenos cuando libremos al amor de su condena como producto barato de mercado.
Solo nosotros tenemos la llave que abre el cerrojo de nuestras celdas. Vivimos presos y solos en una cárcel de egoísmo, que es siempre austera. Olvidamos que es más hermoso el mundo que se extiende fuera; que es más agradable un beso que un grito, una sonrisa que un llanto, un amigo que un rival.
Salgamos de esta cárcel. Despidámonos de la opresión. La verdadera felicidad está dentro de nosotros y no en el entorno. Dentro de nosotros, en un lugar recóndito de nuestro corazón, al que no pueden llegar ni los ojos ni las manos. Solo el amor puede llegar hasta ella y tocarla y enaltecerla y cubrir con ella cada punto de nuestra existencia.
Vamos a enamorarnos del mundo entero, pero vamos a amarlo de verdad. Con sinceridad y devoción absoluta. Tal vez entonces nos concentremos en buscar la cura para su enfermedad, porque nos preocuparemos más de su bienestar que del nuestro. Y el bienestar del mundo es el bienestar nuestro. Porque nosotros somos el mundo.
Atrévete a soñar. ¿Cómo sería el mundo si todos, al vernos por la calle, nos saludáramos con una sonrisa y con un abrazo? Tal vez ganaríamos más si perdiéramos el miedo a perder. Por miedo nos aferramos a nuestros bienes y no los compartimos con nadie. La miseria del pobre causa dolor y el hambre, desespero. De ahí surge el deseo de arrebatarle al otro lo que tiene.
La única forma de conseguir que el mundo sea un lugar mejor es pensar que el mundo es un lugar mejor. Nadie lo pondrá en duda si todos compartimos ese pensamiento. El primer paso es plantar la semilla de la esperanza. El segundo, regarla todos los días y protegerla de las inclemencias del tiempo. El tercero es esperar, y el cuarto, recoger los frutos que todos buscamos. El problema reside en que nos supone un enorme esfuerzo dar el primer paso.
¿Podremos algún día, tras tantos siglos de guerra, vivir en un mundo de paz y libertad, donde no existan fronteras? ¿Podrán ser los niños igual de felices en todos los países del mundo? Yo quiero creer que sí. Quiero creerlo porque todos los días hay payasos en los circos regalando felicidad, madres que sostienen a sus hijos recién nacidos, niños que corretean por el campo persiguiendo el vuelo de una mariposa…
Sobre las guerras, los maltratos, la esclavitud y sobre los campos de sangre, existe un cielo azul. El invierno es duro, pero, cuando desfallece, donde una vez hubo nieve siempre crece una rosa. Los amores viejos, una vez pasada la desolación que nos dejaron sus partidas, dibujan una sonrisa en los labios del que recuerda los buenos tiempos. Las personas que sufren, cuando dejan de sufrir, descubren que siempre hay una estrella que brilla hasta en la noche más oscura.
Por todo esto, creo en la belleza del mundo. Creo en la importancia de las pequeñas cosas. Creo en los sueños, porque pueden hacerse realidad.
Vivimos en un mundo de culturas distintas y de personas diferentes. El problema viene cuando nos quedamos con la palabra “diferente” y olvidamos de que detrás de sus circunstancias, hay una persona. Conocer, respetar y valorar otras formas de ver la vida nos eleva más alto que las nubes, nos permite crecer y desarrollarnos en todo nuestro esplendor, y ser más sabios y respetuosos de lo que hemos sido nunca. Pero los prejuicios existen y se nos pegan, como imanes, a los ojos, impidiéndonos ver con claridad.
Juzgamos sin tener motivos para juzgar. Seguimos todavía anclados a las viejas costumbres del pasado, que no son buenas por haber pervivido muchos años. Juzgamos a los demás para cargar a alguien con las culpas que no queremos llevar a la espalda. Nuestro mundo sería un lugar mejor sin esos juicios y prejuicios, y los perjuicios que nos causan.
Tenemos kilómetros de tierra y millones de personas que conocer. Miles de ritmos de música que escuchar. ¿Puede todo eso devaluarse por el color de la piel? ¿De veras pueden unos ojos, un pelo, un cuerpo o un timbre de voz cambiar los corazones de las personas? Las diferencias no deberían servir para disgregarnos, sino para unirnos y compartir experiencias.
Así quiero reunir en este manifiesto el sentimiento de todos los municipios canarios y de todos los lugares del mundo. Quiero reunir en estas humildes palabras el deseo por cambiar, por construir un lugar donde todos podamos vivir en paz e igualdad. Será un camino largo y arduo, empinado, pero no podemos rendirnos. Cambiar el futuro está en nuestras manos. Somos nosotros quienes, minuto a minuto, escribimos las líneas de la nueva historia del mundo.
Y si algún día sientes que no vale la pena luchar por la paz, recuerda que hay siete mil millones de sonrisas esperando para ser esbozadas.



Ylenia Perera Perera 1º A Bachillerato

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