Teníamos
una simple relación de unos meses. Todo me iba sobre ruedas con esa
chica tan especial, Ana se llamaba. Crucé los dedos para que
durase para siempre pero poco a poco me daba cuenta de que se trataba
de un ave de paso.
Aún
recuerdo cuando la conocí, cuando despertó el amor entre nosotros,
cuando de verdad notaba su cariño. Pero ahora mismo notaba que a
ella le importaba un bledo. Al principio era todo muy bonito.
Risas allí, bromas acá… incluso nos tirábamos los tejos
como críos.
Nuestra
relación fue un gran golpe de efecto en mi vida ya que no me
la esperaba para nada. Es una de esas experiencias cortas pero
fascinantes que vives al máximo. No hubo momento en el que dejé de
pensar en ella, incluso llegué a bajar la guardia ante los
problemas de mi vida al sentir que, teniéndola a ella, podría no
sólo afrontar mis temores, sino vivir felizmente hasta la muerte.
Nos
pasábamos las noches de verano en la playa, aprovechando la poca luz
de la luna para besarnos frente al mar. Noches que, de verdad, me
sabían a gloria. Solíamos pasear, cocinar, hacer deporte, e
incluso, ir de compras. Nos poníamos hasta las botas de
chuches y palomitas cuando íbamos al cine. Entre nosotros hubo un
lazo muy especial de pasión, cariño y respeto. Si ella no hubiese
aparecido en mi vida otro gallo cantaría. Estábamos
completamente ilusionados.
Al
tiempo, las cosas empezaron a torcerse. No parábamos de tener
discusiones bizantinas. Parecía que lo nuestro íba
apagándose poco a poco. Ya no resolvíamos nuestras peleas…
últimamente acababan con un: “¡vete a la porra!”. La
relación ,a partir de entonces, fue un poco insana, se había vuelto
un trabajo de negros. Leí entre líneas los motivos de
nuestros enfados pero no les encontré sentido. Ella jugaba
siempre a dos bandas, no tenía clara las cosas y ya comenzaba a
desvalorarme. Intenté llegar a mover los hilos con el fin de
arreglar lo nuestro pero tan solo pude conseguir que llegara la
sangre al río.
Mutuamente
echamos leña al fuego y no encontramos con qué apagarla, lo
nuestro se dio por finalizado. “Yo me bajo de esto”, le
dije.
De
esto aprendí a no dejarme llevar por las cosas que no vea como
‘seguras’ y ‘firmes’ en mi vida, a mirar por mí y por mi
familia antes que por cualquier cosa externa. Porque un favor con
favor se paga, sí, pero esto es tan solo cierto entre hermanos
en la sangre los cuales darían la vida por ti.
Es
cierto que al pensar en ese ave de paso aún guardo un poquito de
sentimiento, suspiro como si un ángel hubiese pasado. Tengo
que tomar ejemplo de los ratones de bibliotecas que dedican su
tiempo a cosas más importantes, mi futuro es más importante que la
opinión de una joven desorientada.
Nunca
diré de esta agua no beberé porque el rumbo de la vida y el
futuro son impredecibles. Tan solo maduro con el tiempo y consigo ser
un zorro viejo.
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