La
Edad Media se dibuja
en
su variada estructura.
Una
sociedad que marca
una
peculiar factura.
Mientras
los nobles y reyes,
enriquecen
sus figuras,
el
pueblo, desde la base,
padece
afrentas y usuras.
Las
jarchas eran el canto
de
una jovencita pura,
que
lamentaba, a su hombre,
perder
de forma muy dura.
O
en la épica, las gestas,
de
héroes con armadura,
eran
loadas con magia
por
juglares con dulzura.
Mio
Cid fue una de ellas,
un
ser de quien todos murmuran
sus
más variadas hazañas,
batalladas
con bravura.
Más
tarde, en el siglo XIII,
convivieron,
¡qué mixtura!,
judíos,
cristianos, moros,
Sin
embargo, en el XIV,
hubo
peste y guerra impura
que
llevó tal empatía
a
la más cruda basura.
Mas
llegaría un buen Sabio,
Alfonso,
con gran premura,
para
investigar y dar,
al
castellano, pintura.
Y
un conde muy preguntón,
de
Juan Manuel, criatura,
tenía
muchos problemas.
y
su ayo los sutura.
Mas
llegaron los conventos,
la
clerecía, los curas,
y
un mester “vendió” la fe
como
remedio a fisuras.
Berceo
loó a la Virgen,
y
Juan Ruiz a la hermosura
del
más bendecido amor
contra
el que va a la locura.
Y
es así que medievales
crearon
literatura,
a
veces de forma hablada
y
otras con la escritura.
Mas,
aunque hubiera copistas,
o
artistas con buenas hechuras,
su
valor fundamental
fue
entretener, ¡qué aventuras!,
y
a pobres y peregrinos
paliaron
sus amarguras.
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