“Mientras corría ha llovido un poco, pero ha sido una lluvia
corta y agradable que ha refrescado mi cuerpo. Una densa nube se ha aproximado
desde el mar y se ha situado sobre mí, ha descargado con prisas su fina lluvia,
corta e intensa, como diciendo:” Tengo otros asuntos urgentes que atender” y,
sin volver la vista atrás, se ha ido a alguna otra parte. (…)Por el camino me
he encontrado con otros corredores. Había aproximadamente el mismo número de
hombres que de mujeres. Los más vigorosos, los que corren golpeando con fuerza
el suelo y cortando el viento al avanzar, parece que les persiga una cuadrilla
de bandoleros. Por otro lado están los corredores entrados en carnes, que
corren con enorme sufrimiento: los ojos entornados, los hombros caídos y resoplando
ruidosamente. Tal vez la semana pasada, después de que les diagnosticaran
diabetes, su médico de cabecera les recomendó encarecidamente el ejercicio
diario. Yo estoy un poco a caballo entre ambos. (…)
(…) Desde que a finales de mayo de este año me traslade a
Cambridge, Massachusetts, correr ha vuelto a ser uno de los pilares de mi vida
cotidiana. Y corro “bastante en serio” me refiero, hablando de cifras
concretas, a correr sesenta kilómetros a la semana. Ósea, a correr diez
kilómetros al día durante seis días a la semana. La verdad es que preferiría
correr diez kilómetros al día los siete días de la semana, pero cuando no es porque
llueve es porque tengo mucho trabajo y tampoco puedo correr.(…) En junio cumplí
con lo previsto y corí exactamente doscientos sesenta kilómetros. En julio
aumenté la distancia y subí a trescientos diez
kilómetros. Eso implica que corrí exactamente diez kilómetros al día sin
descansar ninguno. Por supuesto, no corría cada día exactamente diez
kilómetros, sino que, por ejemplo, si un día corría quince, al día siguiente sólo corría
cinco.(…)
No hay comentarios:
Publicar un comentario