Han
pasado diez años. Ya soy una persona longeva. Por suerte, me
conservo bien. Es más de lo que podría decir si aún viviera en
África. No recuerdo el nombre de mi país, sólo que se vivía muy
mal.
Recuerdo
que un día, unos amigos estaban diciendo de infiltrarse en un barco
pesquero que iba a pasar cerca de la costa. Afirmaban que si no nos
pillaban, saldríamos muy rápido del continente y llegaríamos a
España, donde tenían un conocido que nos daría una nueva
identidad. Siempre he sido una persona un tanto neurótica. Así que,
mientras estábamos escondidos en el barco, me había arrepentido de
esta idea a la que una vez llamé buena. Pero era tarde.
Llegué
a España hace exactamente diez años. Aún no he olvidado lo bien
que me recibieron los contactos de mis amigos africanos. En dos días
tuve toda la documentación española y, al tercer día comencé a
trabajar en un establecimiento llamado Tele-pizza como el cocinero.
Entre macerar las bases de las pizzas, prepararlas, meterlas en el
horno y luego cobrar por ello, podríamos decir que soy bastante
afortunado. Nunca me arrepentiré de haberme infiltrado en aquella
embarcación.
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