Esa
noche, Raúl, estaba impaciente porque amaneciese, ya que iba a
actuar en su primera obra del colegio, a pesar de que era un poco
kafkiana la actuación él estaba emocionado.
A
la mañana siguiente, su hermano mayor intentó hurgar en la herida
que tenía Raúl de años atrás, recordándole que una vez cuando
era pequeño hizo el ridículo delante de 100 personas cayéndose
del escenario abajo. La madre cuando lo vio con los ojos humedecidos,
a punto de llorar le dijo:
-¡Ánimo
hijo! Que lo vas a hacer genial.
Raúl
se tranquilizó y cogió la maleta con la ropa de cambio.
Al
llegar al colegio, se encontró con todos sus amigos y uno de ellos
le
dijo:
-Raúl,
me acaba de pasar una cosa rarísima.
Raúl
intrigado le preguntó:
-¿El
qué?
Y
el amigo contestó:
-Acabo
de sentir algo intangible.
-Eso
serán los nervios de la actuación.
A
lo que el amigo contesta:
-Seguramente.
Ambos
se ríen y entran al escenario.
Al
principio de la actuación Raúl estaba un poco nervioso pero poco a
poco se fue soltando.
Al
terminar la actuación, los espectadores empezaron a jalear, algunos
con palmadas y otros con silbidos.
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