Era una de esas noches que te pone los pelos de
punta. Laura y Bárbara iban a casa de Lucía a celebrar San Valentín juntas.
Lucía las recibió con miedo puesto que estaba sola y no sabía que iban a ir a
la casa. Decidieron ir a dar una vuelta cerca porque ya era bastante tarde y en
las calles había una extraña oscuridad. Dio la casualidad que mientras cruzaban
un paso de cebra, en esa calle habían dos personas discutiendo y un bebé; ellas
siguieron de largo hasta que oyeron un grito y al bebé llorar, entonces
volvieron a mirar. El bebé ya no estaba
y la mujer parecía estar muerta.
El hombre las vio acercarse y les dijo que corrieran
si no querían acabar igual. No les llegaba el aliento cuando se pararon en un
parque, les entró el pánico, no sabían qué hacer. Casualmente, un policía
pasaba por allí y ellas lo llamaron a gritos y le contaron lo sucedido.
Volvieron al lugar pero no encontraron nada y las mandó a casa.
Al día siguiente, Bárbara fue a comprar el pan por
la mañana y, mientras hablaba por teléfono con Laura, le pareció ver al hombre
pero Laura le dijo que sería un fantasma. A las tres horas, apareció muerta en
el parque donde habían estado la noche anterior.
Laura y Lucía asustadas y tristes ante la extraña
muerte de Bárbara, no salieron de sus casas en un mes. Ya casi olvidada la
historia, un día, Laura salió con la madre a comprar y cuando estaba la madre
en el coche y ella metiendo la compra, recibió un disparo entre ceja y ceja. Se
desató el pánico, solo quedó Lucía a la que protección de testigos trasladó a
México donde, casualmente, la atropellaron y murió.
En un mundo bajo tierra, vivía un ser cuya cara se ocultaba
tras un rostro ensangrentado. Nadie, incluido yo, sabíamos que esa criatura
tan horrible vagabundeaba debajo de nuestros pies.
Ulises y yo nos encontrábamos frente al jardín jugando al
fútbol cuando, de pronto,
se fueron apagando las luces tras nosotros. A su vez, un
fuerte temblor de tierra nos sacudió y nos caímos. En ese momento, me di cuenta que se oían unos
rugidos que provenían del subsuelo. Solo me dio tiempo de decirle a Ulises:
-¡CORRE ULISES, CORRE!-
Salimos disparados hacia el infinito.
Una de las alcantarillas salió volando y ,de pronto, asomó un
brazo enorme que atrapó a Ulises.
Yo me encontré impotente y aterrorizado, mientras observaba
como aquel brazo peludo se llevaba a mi amigo hacia las profundidades.
En ese momento, di un brinco y desperté. Y me di cuenta de
que todo aquello había sido una larga pesadilla.
A la mañana siguiente, mi madre, alarmada y con los ojos
llenos de lágrimas, me contó
que anoche mi amigo Ulises, en extrañas circunstancias, se
precipitó en un pozo y murió en el acto…
No hay comentarios:
Publicar un comentario